Llega un día en que el hombre recapacita y comprende
para qué tanta esperanza tanto amor y comprensión.
Tanta ansiedad de alcanzar esa meta tan preciada
que comienza con un todo y que culmina en un nada.
Para qué luché por tanto si nada tengo a mi lado
ya no es lo que he construido sino lo que he idealizado.
También yo que soy un hombre vivo rodeado de penas
y no me interesan ya las amarguras ajenas.
Sólo basta con las mías que ricas y abundantes son
como más que suficientes para perder la razón.
Pero no la perderé al menos eso yo creo
convertirme en solitario es mi más caro deseo.
Los que se dejan llevar por la ráfaga del mundo
quizás jamás pensarán en deseo más absurdo.
Para mí no es un deseo tampoco ningún absurdo
es sólo un desembarazo un decir ya no me aturdo.
Poder pensar sin que nadie interponga sus ideas
meditar pacientemente todo el tiempo que yo quiera.
Poder olvidar sin más momentos desagradables
desengaños frustraciones y metas irrealizables.
Poder despreciar en paz todo aquél que me hizo daño
expulsar ese rencor que mantuve tantos años.
Un rencor que sin venganzas apela a la comprensión
de aquellos quienes habitan en cuerpos sin corazón.
de aquellos quienes habitan en cuerpos sin corazón.
Desdichados los que nunca conocieron la verdad
la verdad que brinda el alma que se halla en la soledad.
Ruben Edgardo Sánchez, 10 de noviembre de 1970
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