Una fiesta de colores
que se convierten en grises
con minúsculos matices
y miles de sinsabores.
Una lamida de orejas
y los cantos de sirena
al cabo vienen las penas
sin lugar para las quejas.
Una demagogia eterna
que siempre promete en vano
primero nos da la mano
después nos corta las piernas.
Y un gobierno de odio
con su revancha infinita
es la herencia maldita
que siempre se sube al podio.
Ruben Edgardo Sánchez, 31 de enero de 2016
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