Entre médanos dorados fluyen sombras estivales
atravesando alambrados arenas y vendavales.
El verde mar se empecina en bañar con sal y espuma
la orilla de serpentina que brilla bajo la luna.
El cielo azul se oscurece dando lumbre a las estrellas
el firmamento parece sembrar de luces la tierra.
Trescientos sesenta grados no logran cubrir los ojos
para apreciar deslumbrados un cielo tan asombroso.
Millones de astros brillantes en la bóveda celeste
presenciando titilantes nuestro mirar insistente.
La noche invita al asombro y al éxtasis prolongado
posan sobre nuestros hombros mil universos soñados.
Ruben Edgardo Sánchez, 9 de enero de 2014
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