Resulta desagradable y algo molesto por cierto
es horrible e impresiona la rigidez de los muertos.
Una frialdad que lacera los más hondos sentimientos
por qué será que a sus almas las lleva lejos el viento.
Sólo nos queda su carne para abonar nuestra tierra
y memorias sempiternas a las que uno se aferra.
Es triste la despedida sin poder decir adiós
es un trayecto de ida de quien se fue y no volvió.
Algún día partiremos como llegamos al mundo
sin ninguna pertenencia como todos los difuntos.
Tal vez entonces sepamos lo que pasa con el alma
guardaremos el secreto y batiremos las palmas.
Ruben Edgardo Sánchez, 9 de mayo de 2014
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