En el infierno el demonio no necesita dinero
tampoco cobra fianzas para salir del averno.
Se deleita al observar tanta lacra obsecuente
que pretende intercambiar favores por un presente.
Allí todos son iguales esperan el purgatorio
y no valen mucho más que modestos abalorios.
Creían que no era cierto que el infierno existía
ahora no saben qué hacer sin el poder que tenían.
Desoyeron los consejos causando enormes daños
sin ningún remordimiento tanto a propios como a extraños.
Todos los que tengan deudas las deberán cancelar
pues no hay hijos ni entenados tampoco exclusividad.
Ya no hay forma de apelar sigue firme la sentencia
no es hora de arrepentirse ni de implorar por clemencia.
Los condenados han hecho los méritos suficientes
para acabar calcinados bajo la lava ardiente.
Ruben Edgardo Sánchez, 9 de mayo de 2016
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