Se llama Antonio La Cava un maestro jubilado
y es el protagonista de un proyecto destacado.
Luego de años de enseñar a los niños con pasión
quiso acercar la lectura a donde nadie llegó.
En el año dos mil tres compró una moto Ape
la adaptó para crear su biblioteca portátil.
Lleva setecientos libros en su "Bibliomotocarro"
y desde aquel entonces en él ha estado viajando.
Cada semana conduce hasta la Basilicata
unas lejanas aldeas sitas en el sur de Italia.
Con el sonido de un órgano él anuncia su llegada
cuando oyen la canción los niños van en bandada.
A la biblioteca móvil acuden con entusiasmo
cual si fueran al encuentro de un gran camión con helados.
Su gran labor altruista de un valor tan encomiable
en estos tiempos que corren es un tesoro invaluable.
El profesor confesó que de acuerdo a su experiencia
el sistema escolar debía tomar conciencia.
La enseñanza de la técnica para aprender a leer
desprendida del amor no despierta el interés.
Antonio encontró la forma de entusiasmar a los niños
consiguiendo que ellos puedan llegar a amar a los libros.
y es el protagonista de un proyecto destacado.
Luego de años de enseñar a los niños con pasión
quiso acercar la lectura a donde nadie llegó.
En el año dos mil tres compró una moto Ape
la adaptó para crear su biblioteca portátil.
Lleva setecientos libros en su "Bibliomotocarro"
y desde aquel entonces en él ha estado viajando.
Cada semana conduce hasta la Basilicata
unas lejanas aldeas sitas en el sur de Italia.
Con el sonido de un órgano él anuncia su llegada
cuando oyen la canción los niños van en bandada.
A la biblioteca móvil acuden con entusiasmo
cual si fueran al encuentro de un gran camión con helados.
Su gran labor altruista de un valor tan encomiable
en estos tiempos que corren es un tesoro invaluable.
El profesor confesó que de acuerdo a su experiencia
el sistema escolar debía tomar conciencia.
La enseñanza de la técnica para aprender a leer
desprendida del amor no despierta el interés.
Antonio encontró la forma de entusiasmar a los niños
consiguiendo que ellos puedan llegar a amar a los libros.
La lectura bien habida debe ser siempre un placer
de nada sirve imponerla como si fuera un deber.
Ruben Edgardo Sánchez, 13 de septiembre de 2014
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