Una moneda de plata brillando en el firmamento
acompañaba mis pasos sin pestañear un momento.
Su rostro inmaculado sus dos ojos su nariz
sus dos mejillas de plata su boca redonda y gris.
No pude quitar la vista ni siquiera un instante
estaba embelesado con lo que había delante.
Una luna majestuosa mirándome sin recato
yo observándola perplejo y extasiado un buen rato.
Qué magia qué magnetismo qué poder de atracción
qué bella que está la luna con su traje de almidón.
Ruben Edgardo Sánchez, 22 de abril de 2016
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