No muy lejos ni tan cerca del lugar en que habitamos
nos rodean mil tesoros que no siempre disfrutamos.
El encanto de las hojas jugueteando con la brisa
que se enoja fácilmente cuando aquéllas caen de prisa.
El leve soplo del viento que denota su presencia
y se aleja poco a poco con singular displicencia.
Y las gotas de rocío que deambulan por el prado
brillando tímidamente colgadas de un alambrado.
Ruben Edgardo Sánchez, 23 de octubre de 1970
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