Aunque no nos demos cuenta
nos debatimos a diario
y empeñamos energías
en servir a dios o al diablo.
Es muy difícil terciar
entre opuestos poderosos
no discuten tenazmente
tampoco arrancan sus ojos.
Actúan con sutileza
y si alguno se distrae
mientras uno se levanta
el otro entonces se cae.
Semejante enfrentamiento
no nos deja descansar
habita en nuestro interior
la lucha entre el bien y el mal.
Ruben Edgardo Sánchez, 24 de enero de 2017
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