Te sacudes el lastre aminoras tu celo
regurgitas tu sangre y derrites el hielo.
Desperezas tu ruego te lastima la brisa
arden fuego tus ojos y te acosa la prisa.
Te consume el incendio se calcinan tus manos
el silencio te ahoga y alardeas en vano.
Estridentes resuenan tus palabras de espuma
la conciencia condena tu irascible locura.
Truenan sordas tus voces te esclerosa el abismo
tus heridas descoses y ya no eres lo mismo.
Ruben Edgardo Sánchez, 16 de abril de 1990
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