Un maldito desgraciado llegó al reino de los cielos
y aseguró estar perdido cuando lo atendió el portero.
Por favor dígame usted en dónde queda el infierno
porque me extravié en las nubes y ahora no puedo verlo.
Es muy fácil se lo explico ubíquese en el momento
en que estaba por nacer y recuerde aquel tormento.
No sé a qué se refiere discúlpeme si no entiendo
por qué se remonta ahora al que fue mi nacimiento.
Hablo de aquella mujer que con tanto sufrimiento
no podía desprenderse de semejante engendro.
Si usted se refiere a mí no me gustaría saberlo
yo sólo le pregunté en dónde estaba el infierno.
No es aquí seguramente porque estamos en el cielo
lo que usted está buscando son las fauces del averno.
Perdón pero me distraje no tendrá un lugar pequeño
para este pobre errante que ya no tiene remedio.
Aquí jamás lo hallará ni siquiera en los sueños
pues todo está reservado tan sólo para los buenos.
Igualmente le agradezco por dispensarme su tiempo
me voy triste y apenado mi alma no tiene consuelo.
Ruben Edgardo Sánchez, 8 de junio de 2016
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