Hoy no quiero recordar la raíz de donde vengo
nada para valorar ni estirpe ni abolengo.
Un padre que no fue padre ni esposo ni buen amigo
egoísta hasta el alarde del hogar nuestro enemigo.
Cuando tenía dos años mi padre perdió su empleo
pues hubo un golpe de Estado y era empleado del gobierno.
A partir de aquel entonces no tuvo un empleo fijo
apostaba a los caballos y el juego era su vicio.
Perdió todo su dinero y más que nada su vergüenza
no dudó en arrebatarnos nuestra única vivienda.
Cuando cumplí mis diez años mi padre entonces se fue
embolsó nuestro dinero para nunca más volver.
Pasaron cincuenta años nuestra vida continuó
mirando siempre adelante el pasado se murió.
Sólo dejó su apellido que es la única heredad
que quedó de aquel sujeto sin visos de humanidad.
No estoy alzando la voz para contar mis pesares
siento orgullo porque soy mucho mejor que mi padre.
Ruben Edgardo Sánchez, 29 de octubre de 2013
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