El verano sabe a aves en jolgorio
bandadas piando moscas y abejorros.
A árboles frondosos frescos coloridos
prodigando frutos cubiertos de nidos.
A playas sembradas de niños jugando
mar y arenas blancas sueños navegando.
A mujeres bellas de andar insinuante
sensuales coquetas felinas radiantes.
A soles ardientes reinando en lo alto
fulminantes plenos dorados y gualdos.
A cálidas lunas perezosas tiernas
platinando noches bordadas de estrellas.
A amor exultante presuroso atento
jovial generoso contingente incierto.
A descansos breves desvelados tenues
dilatadas horas insomnes perennes.
El verano sabe que vendrá el otoño
y luego el invierno cuando duerme todo.
Que otra primavera abrirá sus puertas
y el ardiente estío se dará otra vuelta.
Ruben Edgardo Sánchez, 7 de mayo de 1993
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