Solemos chocar las copas para desearnos salud
cuando el deseo se cumple gozamos de esa virtud.
Por suerte la enfermedad nos llega de vez en cuando
ingerimos los remedios y así nos vamos curando.
Sin embargo algunos males se empecinan en quedarse
nos hostigan sin piedad y tardan tiempo en marcharse.
Hay otros que llegan lejos nos empujan al abismo
no podemos ahuyentarlos ellos son nosotros mismos.
Ocupan nuestro lugar y se hacen dueños de casa
y allí es cuando no podemos darnos cuenta qué nos pasa.
Nos miramos al espejo y no nos reconocemos
casi sin fuerzas clamamos que no es lo que merecemos.
Ruben Edgardo Sánchez, 12 de mayo de 2017
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