Quien
afirma que los hombres
nunca
debemos llorar
pensará
que estamos hechos
de
piedras o de metal.
No
configura un delito
expresar
los sentimientos
no es
más hombre quien los guarda
con mil
cerrojos adentro.
Suelo
llorar a menudo
cuando
algo me causa pena
por
cosas que a mí me pasan
o por
cuestiones ajenas.
También
lloro de alegría
cuando
me siento feliz
por
alguien a quien yo quiero
o
simplemente por mí.
Necesarios
por igual
como la
noche y el día
dos
caras de una moneda
son el llanto
y la risa.
Son
patrimonios comunes
del
hombre y de la mujer
no es
una cuestión de géneros
los
traemos al nacer.
Ruben
Edgardo Sánchez, 22 de febrero de 2015
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