Los canales de un río
llevan una dirección
al igual que los canales
de cualquier televisión.
Nos arrastra la corriente
y nos dejamos llevar
como livianos maderos
que se dejan arrastrar.
El destino es el mismo
para todos por igual
y en la desembocadura
nos volvemos a encontrar.
A menos que decidamos
nadar contra la corriente
como lo hace el salmón
y es sólo para valientes.
Ruben Edgardo Sánchez, 9 de diciembre de 2016
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