No fue algo azaroso ni ajeno a la voluntad
de todos los responsables de brindar seguridad.
Era el único avión con que la empresa contaba
se quedó sin combustible muy cerca de la llegada.
Faltando cinco minutos para arribar a la pista
perdió altura en la montaña y se estrelló con la cima.
Más de setenta inocentes que viajaban en la nave
no pudieron evitar que sus vidas se acaben.
No fue una fatalidad signada por el destino
sino ambición empresaria por el lucro desmedido.
Llevaba trece accidentes este avión siniestrado
y más de doscientos muertos fueron contabilizados.
Algunos negocios turbios abonaron la tragedia
la vida y también los sueños precipitaron a tierra.
Podría haberse evitado este terrible accidente
que ha causado la muerte de tantos chapecoenses.
Ruben Edgardo Sánchez, 1 de diciembre de 2016
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