No hace falta ver la hora para saber que amanece
hay indicios suficientes que ya lo anuncian con creces.
Con el lucero del alba y las aves con sus trinos
ya podemos darnos cuenta del despertar matutino.
De manera imperceptible asomará lentamente
con su brillo deslumbrante nuestro sol desde el oriente.
De a poco se irá elevando con su cálida presencia
con su luminosidad y su infinita paciencia.
Se irá incrementando el ruido de la ciudad que despierta
el rugido de los coches su abrir y cerrar de puertas.
Cada quien con sus quehaceres en horas de la mañana
transcurrirán varias horas hasta el fin de la jornada.
Ruben Edgardo Sánchez, 5 de diciembre de 2016
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