Apenas con diez y ocho resultaron convocados
a un cruel destino de muerte nuestros pequeños soldados.
Con rumbo sur navegaron algunas millas marinas
y un viernes dos de abril llegaron a las Malvinas.
Siendo un poco más que niños debieron portar un arma
y con muy pocos recursos enfrentar duras batallas.
Abonaron nuestra tierra con sangre adolescente
y dejaron en las islas jóvenes cuerpos yacentes.
Les robaron el futuro de sus promisorias vidas
y hoy sus sueños reposan en nuestras Islas Malvinas.
Murieron por nuestra patria sin esperar nada a cambio
por siempre estarán presentes no podremos olvidarlos.
Ruben Edgardo Sánchez, 2 de abril de 2012
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