Tacuareé era muy hermosa bella como cien orquídeas
tan dulce y tan compañera que su padre la quería.
Él era Saguaá el cacique quien la amaba y respetaba
estaba orgulloso de ella aunque mucho la celaba.
Temía que al fin su hija muy lejos de él se fuera
ella estaba enamorada de alguien que de allí no era.
Saguaá no pudo impedir que su hija al fin partiera
muy largos eran los días sin saber nada de ella.
Se consolaba pensando sin tener ni una noticia
que a pesar de la distancia muy feliz era su hija.
Por la noche lo asaltó un horrible pensamiento
asustado y sin consuelo salió rápido a su encuentro.
Cuando llegó hasta el lugar no halló rastros de la tribu
un enemigo sin nombre los había destruido.
Saguaá supo por las huellas que algunos de ellos vivían
pero no encontró señales de su hija tan querida.
Apoyaba a cada rato su oreja sobre la tierra
pretendía ilusionado escuchar pisadas de ella.
Pasó Saguaá tantas lunas escuchando y escuchando
que las fuerzas al cacique lo fueron abandonando.
Hincado sobre la tierra mucho después lo encontraron
y dicen los guaraníes que su oreja había cambiado.
Arraigada a la tierra una planta allí nació
era un bellísimo árbol al que llamaron Timbó.
Timbó o Cambá Nambí frutos con forma de oreja
para que nadie se olvide de esta curiosa leyenda.
Ruben Edgardo Sánchez, 21 de septiembre de 2011
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