Tanto el amor como el odio son parientes muy cercanos
sentimientos bien opuestos pero con destinatarios.
En cambio la indiferencia resulta condenatoria
para aquel que es expulsado de nuestra vida e historia.
Ella niega la existencia del otro aunque esté muy cerca
y respire el mismo aire que a los dos nos rodea.
En vez de manifestar repudio o aceptación
implica sentar un hecho que apunta a su anulación.
Esto es peor convengamos porque el otro ya no existe
pertenece a otra galaxia y otra entidad reviste.
Imaginemos no vernos al estar frente al espejo
ni siquiera nuestros ojos sea de cerca o de lejos.
Es muy desalentador y hasta parece imposible
tener al otro tan cerca y ser casi imperceptible.
La indiferencia radica en anular al distinto
aquello que nos molesta resulta casi extinto.
Ruben Edgardo Sánchez, 27 de julio de 2015
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