Ver cómo pasa la vida silenciosa y lentamente
sentir suaves sus caricias en el cuerpo y en la mente.
Agradecer cada día hora minuto y segundo
por la gracia recibida con un énfasis rotundo.
Respirar profundamente henchido el pecho de gozo
afirmando decidido que estar vivo es hermoso.
Disfrutar cada segundo como si el último fuera
pensar que por cada invierno existe una primavera.
Dibujar una sonrisa en cada puesta de sol
esperando un nuevo día como ha sido el de hoy.
Ruben Edgardo Sánchez, 12 de marzo de 2016
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