Pequeños pompones blancos surcan el manto celeste
en esta tarde de octubre luminosa y diferente.
Livianos muy blanquecinos con leves tonos de grises
se deslizan suavemente desnudando sus matices.
En tanto el sol los observa con esmerada atención
sus rayos los acarician con cuidado y devoción.
Les permite generoso que surquen el cielo azul
aunque a veces se interpongan entre la Tierra y su luz.
Sus siluetas caprichosas recortan el firmamento
cual cruceros celestiales empujados por el viento.
Se renueva la esperanza en tiempos de primavera
nuestros sueños van a bordo de nubecillas viajeras.
Ruben Edgardo Sánchez, 8 de octubre de 2016
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