Me gusta entrar en el mar
salpicado por las olas
disfruto nadar a solas
y panza arriba flotar.
Dejando la orilla atrás
veo la costa a lo lejos
también del sol sus reflejos
y los médanos al ras.
A veces se oyen gritos
que llegan desde la playa
me siguen a donde vaya
y por suerte son bonitos.
Recostado sobre el agua
con su iodo y con su sal
veo el cielo colosal
encendido como fragua.
Trescientos sesenta grados
girando alrededor
me muestran el esplendor
de estos momentos soñados.
Entonces me siento en paz
y me muevo lentamente
respiro pausadamente
y disfruto mi solaz.
Ruben Edgardo Sánchez, 28 de enero de 2014
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