Mi Universar

miércoles, 17 de junio de 2015

Agoniza la vida en el cielo de agosto


(A Nancy, después de once agostos)

Una nube espesa de plomo se cierne sobre mí
y la silueta mortecina de esos árboles
que aguardan el milagro anual de la primavera
con la tibia caricia de una brisa piadosa
se recorta apenas entre grises difusos.

Una niebla pesada enmohece el ánimo...

Pequeños rectángulos encendidos de ocres y sepias
se divisan inciertos entre tanto muro de cemento gris:
son indicios de vida en la triste ciudad.

En el límite de agosto la vida languidece...

En esta latitud del sufrimiento
el invierno se advierte implacable
un mes más no resiste esta vida austral.

Pero agosto se va
y con él el flagelo
de los fríos
del hambre
de las gripes
las pestes
del olvido
las muertes...

El sol no se olvidó de nosotros...

Es el turno del sur
de nuestro postergado hemisferio
de saldar viejas cuentas de empezar otra vez
intentando de nuevo ser feliz estar vivos
recobrar el aliento la salud el contento
confundir nuestras voces estrechar nuestras manos
anudar el abrazo y sabernos hermanos.

Otra vez el agosto de la pena y el llanto
fue vencido y cabalga otro sino otros vientos
volverá lo sabemos como vuelve la vida
como vuelve la muerte
en un niño que nace
en amigos que mueren
primaveras otoños
mil veranos e inviernos.

Y nosotros aquí esperando en el tiempo
renovar la alegría de estar vivos y atentos
a la luz al calor de este sol y estos cuerpos
chapoteando en el agua de una playa olvidada
que esperaba paciente el retorno de tantos
que anduvieron su arena
construyeron castillos
desafiaron al viento
desataron tristezas
desnudaron su aliento
recorrieron gozosos
su silueta elocuente
y olvidaron agosto
de una vez para siempre.

Ruben Edgardo Sánchez, 24 de agosto de 1991​

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